¿Por qué un monumento a Colón en Barcelona?

 

El monumento a Colón es el resultado de la política de memoria nacida en torno a 1860 y vive su máximo esplendor en la celebración de la Exposición Universal de 1888. Es su expresión más bella pero también su canto del cisne: después del monumento a Colón, termina la edad dorada de la «estatuomanía», tan característica de la Barcelona de finales del siglo XIX. Sin embargo, este edificio singular, el mayor construido en el mundo en homenaje a este gran descubridor, no puede separarse de un conjunto aún mayor.

 

Revista pasada por S.M. la Reina Regente Doña María Cristina a las escuadras nacionales y extranjeras, reunidas en el puerto de Barcelona con motivo de celebrarse la Exposición Universal en mayo de 1888, óleo de Antonio de Caula y Concejo, Palacio del Senado de España (Madrid).

Pasión colombina

Cuando Barcelona inaugura el monumento a Colón, Occidente ya había quedado prendado de esta figura desde la década de 1830. En España, pero también en Italia y Francia, miles de obras relatan la vida del descubridor y cada una lucha por alzarse como su patria de origen: más de veinte obras defendían en el siglo XIX la tesis de que Colón era catalán. A partir de finales del siglo XVIII, ya empiezan a aparecen monumentos, sobre todo en los Estados Unidos. Durante el Romanticismo (1830-1860), se multiplican los monumentos y recuerdos a su persona en zonas públicas: en Barcelona en 1837, la primera referencia a Colón la encontramos en un bajorrelieve de la fachada de los Porxos d’en Xifré. Pero, en realidad, hasta a partir de 1860, no empieza la oleada de inauguraciones que abarca toda Europa y América.

 

Estatua de Colón en Nueva York, EE.UU. La estatua fue creada en 1892 para conmemorar el 400 aniversario de la llegada de Colón a las Américas. Fue presentada en Central Park el 12 de mayo de 1894.

 

En 1888, el monumento de Barcelona no es más que el número 58 en la lista de edificios del mundo dedicados a Colón, si tenemos en cuenta las placas conmemorativas, los monumentos y las diversas esculturas que adornan las fachadas de multitud de edificios. En parte, los emplazamientos reflejan episodios de la vida del descubridor y, por otra parte, estos lugares no tienen relación alguna con la vida de Colón, sobre todo en América del Norte. En España, en esta época, ya existen siete monumentos erigidos en Cartagena, Madrid, Sevilla, Salamanca y Barcelona. Rápidamente se sucedieron ocho más entre 1888 y 1892 con motivo del IV Centenario del Descubrimiento de América, en Granada, Valencia, Sevilla, Pontevedra, Las Palmas, La Rábida, Salamanca y Cádiz. En Madrid encontramos tres representaciones de Colón: una en el Ministerio de Ultramar (1875), otra enel Palacio del Senado y, la más importante, la plaza de Colón (1885), erigida por Jerónimo Suñol. Sin embargo, el de Barcelona sobrepasa al resto en importancia. El mito de Colón se comprende a escala euroamericana.

Esta pasión se explica por el contenido romántico del mito de Colón: un hombre del pueblo cuyo ingenio forzó el destino, autor de una gesta que inauguró la Edad Moderna, la encarnación de la libertad individual contra los prejuicios de su época y un orgullo para los países que pugnaban por su origen (principalmente España, Francia e Italia). En los Estados Unidos fue donde se desarrolló principalmente esta lectura liberal. Colón se convirtió en uno de los primeros héroes globales y Cataluña no escapó a ese movimiento general.

 

Barcelona: el antes y el después de Colón

Previamente a que su monumento se estableciese en una de las principales plazas de Barcelona, Colón ocupó un lugar destacado en la memoria barcelonesa. Íntimamente ligado desde el principio al culto de los Reyes Católicos, esta veneración está destinada a celebrar el nacimiento de la España moderna a la conquista del imperio americano. Ahí se empieza a asociar el nombre de Colón en lugar de la realeza, donde debía erigirse un monumento a Fernando de Aragón. Por extensión, el nombrede Colón sirve para enaltecer el reinado liberal de Isabel II y los proyectos coloniales españoles del norte de África en 1860: esta asociación es muy frecuente en el resto de monumentos españoles dedicados a Colón, sobre todo en los de Madrid y La Rábida. Sin embargo, en Barcelona, el homenaje a Colón parece desvincularse del fervor monárquico en la década de 1860.

En 1863, cuando Víctor Balaguer bautiza los nombres de las calles de L’Eixample, el nombre de Colón se volvió a vincular claramente al mito colonial. Balaguer prepara un marco general que verá, algunos años más tarde, cómo prospera el proyecto del monumento a Colón: en primer lugar, por su visión liberal de la historia, Balaguer hace de Colón un símbolo de libertad, un sentimiento que, según él, caracteriza al pueblo español y, especialmente, al catalán. Para Balaguer, la cultura particular de este último es lo que ha permitido a los catalanes conservar su sentido de la libertad, un sentimiento que considera perdido en el resto del país, debido a la excesiva centralización del Estado. En segundo lugar, la España monárquica con la que sueña Balaguer se ha creado con la unión, en igualdad de condiciones, de las coronas de Aragón y de Castilla, una especie de doble monarquía: para Balaguer, Colón sedirigirá tanto a Fernando como a Isabel, y esa fue la clave de su éxito. En tercer lugar, Colón simboliza también el éxito del imperialismo español, ya que, según el escritor, toda conquista es signo de poder y prosperidad. Por ese motivo, Víctor Balaguersiente una especial predilección, totalmente romántica, por la vida de los aventureros (Colón, Alí Bei, Llúria, Llança, Entença, Vilamarí, etcétera), cuyo destino individual traiciona al de «la primera nación marítima de su tiempo»: Cataluña. Sin embargo,esta conquista de ultramar no es una Reconquista: en Barcelona, la aventura de Colón no estaba motivada por la religión, sino por el progreso. Por otro lado, el monumento a Colón de Barcelona no incluye ninguna referencia a ninguna motivación religiosa. Entre la exaltación del imperio colonial catalán de la Edad Media y la del imperio colonial americano de finales del siglo XIX, Colón se sitúa como una figura de transición, ya que, nacido en el Mediterráneo, da a España un horizonte atlántico.

Simboliza con bastante acierto el éxito de los indianos que partían a Cuba con vistas a enriquecerse y volvieron a Cataluña para invertir sus capitales en la industria emergente. El dedo de la estatua de Colón indica a la vez el Mediterráneo y el Atlántico, por lo quecelebrar a Colón suponía, para las élites de la época, afirmar a la vez sus ambiciones coloniales y el lugar particular de Cataluña en este proyecto de grandeza de España.

 

Facundo Bacardí Massó (Sitges, 1814) era hijo de un comerciante de vinos de Sitges que en 1830 marchó con su familia a Cuba. Tras establecerse en Santiago de Cuba, Facundo prosperó en el mismo negocio que su padre. En 1843 se casó con Amalia Victoria Moreau. Desde 1852 comenzó a experimentar con el proceso de destilación del ron para obtener una bebida más suave. Finalmente dio con una fórmula satisfactoria (inédita en el mercado) y tras adquirir una antigua destilería en Santiago, el 4 de febrero de 1862 fundó la empresa Bacardí (simbolizada por un murciélago) para fabricar y vender el nuevo producto.

La glorificación del imperio

En Barcelona, el monumento a Colón no es el único que ensalza la empresa colonial: los monumentos a Galcerán Marquet, Prim, Güell, López y los de las guerras de África en 1860 (el de la plaza de Tetuán, que no se llegó a iniciar) son testigos de ello. En esta misma época, 1874, nace el proyecto del monumento a Colón de manos de las élites conservadoras de la ciudad. La iniciativa es adoptada enseguida por la municipalidad, antes incluso de que aparezcan proyectos similares en Madrid y en Huelva. Cabe decir que Cataluña desempeña un papel crucial en la veneración a Colón en España. Pero, de entrada, el monumento a Colón ya adopta un sentido particular: es un himno a los valores individuales del emprendedor; exalta la gesta imperial según los intereses de las élites comerciantes e industriales catalanas. La composición de la Comisión del monumento refleja la iniciativa de estas élites: encontramos esencialmente a los principales responsables del partido conservador (Duran i Bas, Coll i Pujol y Cabot i Rovirosa), importantes industriales, comerciantes y banqueros (Arnús, López i López y Amell i Bou) y una notable representación del mundo artístico (Pirozzini, Martorell y Buïgas).

Durante su vigencia, entre enero de 1882 y marzo de 1886, solo se incluyó a las élites, empresas y varias contribuciones venidas de toda España y América. No bastó para cubrir el coste del monumento, pero es típica de un modelo estrecho de movilización de las élites liberales que no pretende asociar las clases medias con las populares. En esta época de restauración monárquica (1874), el proyecto es una promesa de adhesión de las élites barcelonesas al nuevo régimen, pero también propone una reivindicación económica e imperialista, condición de esta adhesión. Además, cuando España se mostró incapaz de alcanzar este objetivo, en 1898, con la pérdida de las últimas posesiones americanas, las élites barcelonesas se alejaron de la monarquía para abrazar la causa catalana.

La joya de la Exposición de 1888

El monumento a Colón no debe separarse de su escenario: la celebración de la Exposición de 1888, y es que este monumento fue concebido desde el principio como la joya de la Expo. En agosto de 1887, Duran i Bas publicó una importante memoria que preveía la realización de grandes obras de embellecimiento en la capital catalana, entre las que seprima la finalización de la estatua de Colón. Las rutas turísticas que se proponen a los visitantes les animan a recorrer la ciudad a través de un itinerario que une todos los monumentos mencionados anteriormente: el monumento a Colón forma parte de una narrativa general sobre la historia de Barcelona, que es un gran libro de historia al aire libre. Dos mensajes apoyan esta promoción: primero, Colón es una figura universal española que llevó la civilización. En segundo lugar, Colón es un hombre libre y moderno, valores que Cataluña pretende encarnar en España.

 

Montaje de la estatua de Colón, Barcelona, 1888

 

El monumento propiamente dicho ofrece a los visitantes la oportunidad de volver a explorar la aventura de Colón, desde que sale de España hasta el descubrimiento. La plaza que la alberga, flanqueadapor monstruos marinos y las proas de La Niña y La Pinta, evoca los peligros del mundo marítimo. Esta plaza sirve de puerta marítima de entrada a Barcelona, especialmente para la regente que inauguró la Exposición: Barcelona se presenta como la «nueva América» de la España moderna. El pedestal del monumento evoca a todos los que hicieron posible el viaje: Cataluña figura en un lugar destacado pero nunca separada del resto de España, simbolizada por leones. El cañón de la columna cuenta la historia de los peligros del viaje y, al mismo tiempo, la columna simula un faro. La cúspide cuenta la historia del momento clave en el que Colón ve tierra firme y pone un pie en América.

Muchos escritos de la época también destacan la destreza técnica del monumento: en ese momento es la columna más alta del mundo (63 m). Realizado completamente de metal y dotado de ascensor, este monumento es una prueba de la maestría de la industria catalana. Su montaje es hercúleo y los andamios son tan increíbles que se pensó hasta conservarlos. La grandeza del monumento demuestra la superioridad de Cataluña en la carrera por el progreso. De este modo, se trata también de una traducción de la pretensión de las élites catalanas por liderar la renovación de España tanto económica (industria) como política (imperio y doble monarquía). El imperialismo está en el centro de esta intención de modernización.

 

¿Y después de 1888?

1888 significa tanto el triunfo de Colón en Barcelona como su canto del cisne. Realmente, el futuro del monumento de Colón presenta contrastes: por un lado, va desapareciendo con rapidez de las conmemoraciones oficiales de Barcelona, incluso ya en 1892. De hecho, en esta época, la multitud de monumentos a Colón inaugurados en España tiene un significado completamente diferente, el de la reconquista religiosa y el de la exaltación de la monarquía. El monumento de Barcelona descuadra con el mito de Colón tal y como se plasmó en el resto de España. A partir de 1892, se fue abandonando porque Cataluña fue testigo del inicio de la profunda revolución cultural iniciada en el Modernismo, muy crítica con los proyectos culturales y políticos de la generación liberal. Para la nueva generación catalanista, este monumento no encaja bien con la nueva visión del pasado de Cataluña, que la convierte en una nación separada. El monumento ya no es el centro de las nuevas conmemoraciones, al menos hasta 1911, cuando empezaron a aparecer las primeras exaltaciones de la Fiesta de la Raza. Por otra parte, el éxito popular del monumento es innegable, tal como lo demuestran las numerosas postales publicadas en su época. Este monumento encaja en el perfil de Ciudad Condal: se convierte en un icono de Barcelona, infinitamente reproducido y fotografiado. Su éxito turístico es, por lo tanto, mucho más evidente que su éxito político.

 

Manifestantes bajo la estatua de Cristóbal Colón.

 

 

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