Castilla y León: lo que se avecina

Los resultados de los comicios en Castilla y León del último 13 de febrero, vinieron a enseñarnos una tendencia que ya se venía consolidando desde 2020, o sea, el refuerzo de VOX ante la caída del PP y el desplome de Cs. Hecho que debiera de haber producido preocupación y alguna atención ante la hipótesis de que un partido de ultraderecha se vuelva segunda fuerza en el Congreso de los diputados y la alternativa al Gobierno de Coalición. No obstante, hay que tejer una reflexión desde la izquierda a la derecha, porque lo que se avecina es perjudicial para todos y todas, incluso, para la conformación de políticas iberistas y comunes a los pueblos ibéricos. El ascenso de los nacionalismos impide cualquier forma de integración ibérica sea ella social, cultural o económica. Como consideramos los comicios del 13F un punto de inflexión de esta tendencia ultra, empecemos por debatir las reflexiones del flanco derecho. Sin embargo, antes de ello, es importante daros algún contexto de lo que se vivía en Castilla y León.

En los comicios de 2019, el PSOE ganaba las autonómicas, lejos de la mayoría absoluta, con 35 escaños asignados; el PP de Mañueco se situaba en segunda plaza con 29 escaños, luego, Ciudadanos, formación en ascenso en aquellos tiempos, en tercera posición con 12 escaños. Podemos e Izquierda Unida iban por separado, así que, Podemos conquistaba 2 escaños, mientras que su socio a nivel nacional se quedaba sin representación en las Cortes castellanoleonesas. UPL lograba 1 procurador, igual que VOX y Por Ávila.

Con más de dos décadas de gobiernos conservadores lo que se esperaría sería un pacto PSOE-Cs, aunque fuera una hipótesis real, Cs prefirió un pacto conservador con Mañueco. Con la pandemia se inicia una segunda etapa en la legislatura del gobierno autonómico del PP-Cs, o sea, el agotamiento de un proyecto común, que sembró la desconfianza entre los socios y la estagnación programática. Uno de los ejemplos más notorios de tal afirmación es el adelanto electoral que deja la comunidad sin cuentas, prorrogando las del año anterior, lo que tuvo una consecuencia para los municipios castellanos en lo que toca a la asignación de fondos del Fondo de Cooperación Económica Local General, que será similar a la del año pasado; también no es de dejar en el olvido el no acceso a los fondos europeos, de momento. Dicho esto, ¿Cuál fue el suceso que condujo al adelanto de hace unos días?

Unos van a decir que fue lo de la moción de censura de Murcia, en la Junta y en el Ayuntamiento, pero desde mi punto de vista, eso sería disminuir la política, retratándola como si fuera una calculadora de pactos; mientras lo hacen, yo voy a adoptar otra postura, o sea, la de que todo esto no pasó de un agotamiento programático y de un intento de OPA a Ciudadanos, por parte del Partido Popular. Sería, también, muy interesante, ver y analizar el papel de los sondeos en estas elecciones ya que daban al Partido Popular un 41% y, consecuentemente, mayoría absoluta y que después vimos que, si por el sistema electoral no fuese, el PP que había perdido 60.000 votos, no habría logrado 31 escaños, o sea, más dos que en los comicios de 2019.

Los resultados del 13F se resumen en tres puntos: la izquierda cae, los partidos provinciales entran con fuerza y la ultraderecha se hace con el centro derecha. Llegados a este punto creo que es pertinente preguntarnos, ¿de qué sirvieron estos comicios?, respuesta: para nada, igual que el adelanto electoral portugués. Lo digo por dos razones, la primera es que las fórmulas de gobernabilidad más pasibles de ser hechas, o sea, la formula PP-Cs, la del gobierno de coalición PSOE-UP y la del ayuntamiento de Murcia, es decir, PSOE-Cs con el apoyo de UP, no suman. Ni siquiera la suma del PP con Cs (1 escaño), UPL (3 escaños), Soria Ya (3 escaños) y Por Ávila (1 escaño) suma. Así siendo, las dos únicas fórmulas que suman más de 41 procuradores, es decir, el valor en que se fija la mayoría absoluta, son la Gran Coalición, o sea, un acuerdo PP-PSOE o un acuerdo PP-VOX. La segunda es que el adelanto electoral volvió VOX la clave para desbloquear la legislatura que ahora comienza. Este dato daña la, ya dañada, democracia española. Ahora creo que, con todo ello, somos capaces de avanzar hacia las reflexiones del flanco derecho, pasando por las del izquierdo y las consecuencias de ello para España, sino también, para el espacio ibérico.

La derecha española tiene una senda de agonía y agobios por delante. Los pactos con VOX después de las autonómicas de 2019 condujeron a los resultados de estos comicios. Empecemos por el Partido Popular. El PP, en teoría, es el partido del centro derecha en España, democristiano, conservador y europeísta. Digo en teoría, porque el PP no hizo el mismo camino que su par alemán CSU/CDU, o sea, lo de condenar la dictadura fascista y los sublevados, en el caso español, y el régimen nazi, en el caso alemán. Pese a ello, el PP gobernaba o con mayorías absolutas o con pactos con formaciones regionalistas, autonomistas o, incluso, nacionalistas, tanto a nivel autonómico como nacional. Os puedo dar dos ejemplos que lo comprueban, uno fue el “Pacto Majestic” entre el PP de Aznar y la CiU (integra, actualmente, Junts Per Catalunya) y el pacto presupuestario entre Rajoy y el PNV, en los presupuestos de Montoro en 2018. Después de las autonómicas de hace tres años, el PP empieza a pactar con VOX, un partido de ultraderecha que sale de su interior y que se hace con 24 escaños en los comicios del 28-A de 2019. VOX apoyó gobiernos del PP, en solitario, o en coalición con Cs, o sea, estuvo condicionando estos gobiernos y hoy, después de haberse vuelto 3ª fuerza política con 52 escaños, tras el 10-N, busca sillas en los gobiernos autonómicos. El PP creó un monstruo que ahora no logra controlar. Vamos a Ciudadanos. Un partido unionista, socialdemócrata con matices centristas, en su comienzo de vida, pero que con el tiempo se fue girando hacia la derecha, dejando caer la socialdemocracia, adoptando el social liberalismo, olvidando lo del “Estado laico” y abrazando el “Estado aconfesional”. Ciudadanos ha sido de todo un poco, desde intentar pactar un Gobierno con el PSOE, con el apoyo de Podemos, en 2016, a gobernar con el apoyo de VOX, en muchas CCAA. Para que quede claro, Cs tuvo la opción de gobernar, en mayoría, con el PSOE, evitando, de paso, gobiernos apoyados por VOX. No obstante, el partido naranja rápido tuvo las consecuencias de sus alianzas: en ocho meses Cs pierde 47 escaños, quedándose con 10, por detrás de ERC. ¿Explicación?, Sí hay muchas, pero os dejo dos: rompió con su electorado moderado y social e intentó hacerse con el discurso nacionalista de VOX. Quizás ya sea tiempo de que PP y Cs hagan una reflexión, pues lo que pasó en Castilla y León fue una señal, pues no es posible plantear una alternativa a la Coalición Progresista con VOX.

¿Y por la Izquierda?

PSOE y UP tendrán que hacer una reflexión igual. En lo que toca al PSOE, su campaña se basó en decir que, para destronar a Mañueco, el voto debía de concentrarse en el PSOE, pero sabemos que eso no es así, porque el voto de izquierdas, en 2019, se concentró en el PSOE, dándole una victoria histórica con 35 escaños, pero su socio factible, Unidas Podemos, se quedó con 2, o sea, no sumaron. El PSOE tiene que aclarar cuáles son sus socios, porque lo de la geometría variable no es benéfico, mírese lo que sucedió con la Reforma Laboral. En lo que toca a Unidas Podemos, es tiempo de refundar su espacio, aglutinar las formaciones que habían concernido y confluido en el pasado y hacer una crítica. UP no puede dejar caer su utilidad en el espacio progresista y, en estos tiempos, tiene que dejar el rincón a la izquierda del PSOE y rehacer un proyecto de país. PSOE y UP, en la diferencia, tienen que confluir en la formación de un bloque democrático, plural y de izquierdas, frente a la derecha reaccionaria.

Dicho esto, la pregunta ¿lo que avecina? Es pertinente, pues no se ve posible un acuerdo en Castilla y León que pase por la abstención del PSOE, es verdad que el alcalde de Valladolid dijo que era la mejor solución, de momento, pero Sánchez dejó muy clara la condición socialista para ello, el PP debe de romper con VOX en las alcaldías y autonomías. El PP pide la abstención socialista, pero no nos dice la razón de ello y no parece que van a satisfacer la exigencia de Ferraz, así siendo, solo nos quedan dos opciones: Adelanto electoral o gobierno PP-VOX, la pelota está en el tejado popular, pues, a ellos les cabe la decisión de si van a aceptar derogar la ley de violencia de género, una de las demandas de VOX, o si rompen con la senda ultra e ingresan en la de la aportación. No obstante, ahora queda en el aire ¿hay consecuencias para el espacio ibérico? Claro.

Legitimar la ultraderecha no es bueno y le hace crecer, tanto en España como en Portugal vemos eso, que cuando la derecha democrática cede ante la agenda ultra, esta cae y la última se refuerza. El nacionalismo de VOX y el populismo de Chega, son un obstáculo a la conformación de un espacio ibérico unido y democrático. El nacionalismo rompe puentes, porque busca en el otro la unión de su pueblo a través del odio. No es posible confluir en el odio, en el racismo, ni en contra de los derechos de las mujeres, de las personas trans y LGBTQ+ o, incluso, con aquellos que niegan el cambio climático.

Hagamos del espacio ibérico, un espacio de derechos sociales y laborales, un espacio de convivencia e intercambio cultural fuertes. Es posible un iberismo social, fuerte, amplio y verde que respecte a la gente, pero para ello, los nacionalistas ultraderechistas no podrán estar al mando de nuestros países.

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